En el pueblo de Xichú que está situado a los 100° 03´ 37´´ de longitud oeste del Meridiano de Greenwich y a los 21° 18´ 00´´ latitud norte. Y que su altura sobre el nivel del mar es de 1,334 metros; Aquel que en su escudo de armas luce un chichimeca cazando el león de los españoles, simbolo inequívoco de la resistencia que me corre en las venas, ahí está en el México agreste y en un pedazo de la sierra gorda, el panteón de los huapangueros.
Ahí cada año nuevo se amanece bailando huapango, no sin antes los músicos llevarle las mañanitas a las cinco a todos los huapangueros muertos, improvisándole un verso a cada uno.
Es un viaje que hago cada año. (Nadie lo sabía y lo acabo de hacer público aquí. Jeje).
Éste mono que escribe, generalmente en ropa de vagales con acampanados, agarra la más viejita de sus guitarras, un sombrero y camina (o pide un ride) pal' norte del estado. Pa' allá no se llega ni en súper truck, sino caminando un buen pedazo de sierra.
Los huapangueros vivos se me quedan viendo como bicho de ciudad, pero cuando ven que me sé sus canciones (o que me salen, más bien) ya no tanto.
Para mí es una liga con el pasado, lejos de ser una actitud folklorista.
Es más bien una búsqueda de mí en un panteón de rancho.
-"Muertos, muertos que ya sólo son unas tumbas tapadas con tierra,
sus ideales, su lucha, su guerra, resucitan en mi corazón.
Sus ideales, su lucha, su guerra, resucitan en mi corazón" -Guillermo Velázquez, huapanguero.
Como no tengo por aquí a la mano Rogaciano el Huapanguero, les dejo Tierra Mestiza, de
Los Folkloristas (quienes también tienen -a su modo- un huapanguero muerto).
Perro el que no chille.