Casi cada semana le vamos a visitar a su templo. Es casi imposible no adorarla. A veces no hay bondad mejor que sus ojos, dichoso el que hambre tiene y en el techo de la virgen se resguarda.
Alberto tiene la costumbre de “afirmar” que son vírgenes las chicas que nos consta a todos que se ha tirado (sí, somos mirones… ¡Sí!) y más aún, lo afirma de las que… digamos… tienen algo de fama; Burloncillo.
Entre la larga lista de vírgenes consagradas, se cuela Ivonne Morales. (Espero nunca lea esto, no lo entendería). Ella trabaja como la más guapa mesera en el restauran “La Brisa”.
Lo de santísima sólo fue un agregado, referente al antiquísimo filme mexicano “Santa”, en el cual la tal santa es una prostituta.
De ningún modo, aunque pudiera pensarse, es esto un insulto. Para nosotros es una deidificación de una mujer en la que, en cierto modo caben (y si no, lo quisiéramos) todas las mujeres. Es un homenaje. Hecho en humor negro, pero no por eso deja de ser homenaje.
Tampoco es algo solemne, todos lo decimos en una sonrisa. “Tengo hambre, vamos a ver a la virgen, ‘persínate’ puto”. Es como si formara parte de nuestro mundo alterno, aunque ella no lo sabe. Simplemente no sabríamos cómo decírselo sin que se molestara, después de todo ella es una mujer de rancho.
Por eso, sólo nos limitamos a recibir nuestros nachos, chelas y limonadas sin dejar de ver, extaciluminados, la cara sonriente de la virgen que se acerca peligrosamente al propio rostro y dice, con voz ensoñante: “¿Se les ofrece algo más?”. Y gritar mentalmente: “¡Cielo santo, amo a esta zorra!”.
A ustedes los bendigo, en nombre de nuestra Santísima Virgen de La Brisa, que sólo cuenta con diecinueve. 19 lindas primaveras.