-¿Que tal?
-No pues aquí nada más.
-Bueno, empezamos por las de cajón: ¿Cuáles son tus influencias?
-…Eso no lo sé, dímelo tú. Yo no puedo ver el cuello que sostiene mi cabeza.
-(Ya empezó de mamón este pendejo…) Ah, ¿Has oído hablar de los Espejos?
-Qué curioso que lo menciones. Cuando tenía cuatro años más o menos, siempre decía que Einstein o no conocía los espejos o no conocía los peines. Pero pues qué te digo… Los espejos son mentirosos, no hay espejo que mienta más que aquél que toca mi mirada.
-(Esto va a tomar tiempo.) Lo que te pregunto es que si hay alguien que marque de mayor manera tu música.
-Ah pues claro. Los espejos. Aparte de mentirosos y del ego que puedan denotar mis frases, los espejos nunca me han gustado. Se me hacen junto con los cristales, lugares comunes y baratos dentro del arte. “Hago un poema que diga espejo y ya, es bonito”. Pero ellos, los espejos, hablando de mí como ente autocrítico, son influencia. Claro, hay puntos donde yo no llego y ahí se queda suelto el subconsciente, quien también influye.
-O…quei… ¿Cómo defines el género que interpretas?
-Pues… Yo creo que el género o géneros son los que a través del espectador terminan interpretándome a mí, en el sentido comunicativo. Pero si he de darte respuesta…
- (¡Gracias, Dios. Al fin algo coherente!)
-La verdad es que no la tengo.
-(¡Grandísimo hijo de puta!) Ehm… creo que esto no está funcionando…
-¿Pero porqué, hombre?
-Pues por tus… difusas, MUY difusas respuestas. Yo sólo quiero un artículo, eso es todo.
-¿No querías una entrevista entonces?
-Sí, la idea era esa. Pero…
-Ándale, hombre. No te achicopales.
-A ver… ¿De niño, qué caricatura te gustaba más?
-¡Híjole, yo creo que Saúl Hernandez!
-(¿Por qué no puedo llorar?)
-Sí, me encantaba su dibujo animado de “Robert Smith”, aunque he de confesarte que aún me gusta su auto-caricatura. Simplemente no paro de reír.
¡¿Pero porqué te vas, chamaco?… no corras!
Chales. Ni yo me aguanto.