Del desmadre me dirigí descansoso a un nocturno tugurio de maquinitas. Un montón de cholos adictos a los videojuegos de Family gritoneaban y se hacian gestos y brincos de sentidos que mi pobre inteligencia no alcanzaba a procesar.
Entré de visitante, y vi recargada a la pared, una guitarra. Me acerqué a medio examinarla con la vista, desde arriba y retirado. “Calidad Tres Pinos, Made in Paracho, Mich.” Una guitarra de doscientos pesos. Eso sí, muy llenita de estampas.
El dueño –que a leguas se ve que es un master del círculo de sol- me vio con malos ojos, secreteando con otro tipo retiró la guitarra de mi cercanía para ponerla cerca de su regazo oh, cuán seguro regazo. Llevósela pues, lejos –a dos metros- de mí, ¡De mí! Yo un oh infame ladrón.
Un amigo mío estaba en un asunto afuera, cuidando la mía, mi guitarra.
Salí, le hice un gesto a mi amigo y tomé mi guitarrita, la metí al tugurio y lleno de malicia abrí el estuche y lo recargué en la pared para apreciarla como antes apreciaba a la Made in Paracho, sólo que ésta brillaba y decía: “U.S.A. Ovation, Made in Spain. Paco de Lucía signature. Vanlencian style guitar”.
Tómela, perro.
Se acercó el tipo dueño de la Paracho a ver mi lira con sus ojos de plato. Cerré el estuche y me la llevé. Mi amigo y yo nos retiramos.
Áñeñe, cochinote; eso se saca por díscolo.